¿El camino como experiencia o la experiencia del camino?

Y así fue. En 1992 con el propósito entusiasta e idealista de crear un jardín para la infancia, donde los juegos, la literatura y el arte bajo todas sus formas, comenzaran a tener un lugar importante en la vida de todos los días de niños y niñas, maestras y maestros, se abre el Jardín Bilingüe Armonía en la calle Uriarte 2231 del barrio de Palermo.

 

La gratitud a todas esas familias queridas e inolvidables que creyeron en una propuesta nueva que intentaba cuidadosamente asomar con una mirada tal vez a contramano de esos años 90, es y será un sentimiento que siempre llevaré conmigo.

 

Transitando el camino fuimos juntando experiencia. El camino como experiencia o la experiencia del camino nos fue acercando a mirar la infancia, a observarla, a convivir con ella a diario. Tempranos desayunos que nos convocaban a leer juntos, maestros y maestras antes de dar inicio a la jornada, nos fueron llevando a pensar en una infancia que fuimos reconociendo, no como la primera etapa de la vida como habitualmente se la piensa, o como aquello que debe ser educado, formado, sino que nuestras fervorosas discusiones e intercambios, nos fueron acercando a ¨la infancia que nos inspira a pensar la educación¨. Una infancia que no tiene que ver con los años que se tiene, sino como expresaba Paulo Freire, ¨como una forma de habitar el mundo¨. Esa infancia curiosa, atenta, inquieta que no se cansa de preguntar. La infancia como el tiempo del amor, de la creación, del arte, de la lectura, del pensamiento, de la pregunta.

 

Leer el mundo con ellos y hablarlo. Presentarles el mundo a través de los libros y de otros bienes culturales ya que la lectura reanima la interioridad, pone en movimiento el pensamiento, invita a intercambios y celebra lo imaginario, como expresa tan bellamente Michele Petit: ¨te presento los libros porque una inmensa parte de lo que los humanos han descubierto está escondido allí. Podrás abrevar allí para dar sentido a tu vida, saber lo que los otros pensaron de las preguntas que te planteas, no estás solo para hacerles frente. Te presento la literatura, que como los juegos de cucú o el teatro de sombras, hace aparecer y desaparecer la voluntad.¨

 

Crecimos de a poco, leyendo, estudiando, abriendo espacios para que las preguntas aparezcan. Un ¨sin apuro¨, y una serenidad que nos permitió disfrutar y valorar cada paso. Pensar, dudar, modificar, interpelar-nos, aprender, equivocarnos, investigar, experimentar. Estar atentos y atentas y tomar conciencia, intentando formar un equipo de docentes responsables, comprometidos verdaderamente con el oficio de profesores.

 

Esta construcción no ha sido fácil: nos llevó y nos lleva mucho tiempo seleccionar y encontrar maestros y maestras que pudieran unirse a nuestro proyecto. Para ser parte activa de Armonía era y sigue siendo fundamental sentir que enseñar a un niño no es un trabajo ordinario, sino una misión de vida. Es entregar, es donar, es mostrar, es amar al mundo y a la infancia, entendiendo esta última como novedad en el mundo y como capacidad de comenzar. Cómo nosotros que habitamos el mundo, recibimos a los nuevos, a los que vienen al mundo por nacimiento.

 

Familias cada vez más interesadas en el proceso educativo de sus hijos e hijas, se fueron acercando, descubriendo que conversar sobre lo que significa educar, sobre qué entendíamos por infancia, era necesario. El diálogo constante, la unión en un principio y el complemento a posteriori, como las sugerencias generosas, fueron fundamentales para conocernos y acompañarnos en esta tarea conjunta que requiere que cada uno ocupe su lugar.

 

Con estas esperanzas compartidas en muchas reuniones nocturnas allá por los 90, que tuvieron lugar en la sede de la calle Uriarte entre padres, maestros, colaboradores, directores, espacios especialmente organizados para pensar entre todos, la escuela ¨ posible ¨ para nuestros niños y niñas, surgió el deseo profundo de dar continuidad a nuestro querido Jardín, creando en el año 1998 el Colegio Bilingüe Armonía que comenzó en una inolvidable casona de la calle Darregueyra y que desde el año 2000, habitamos en la calle Thames.