Un mundo común.

Un mundo común.

 

Durante todos estos años de historia hemos trabajado mucho para ir logrando una convivencia que nos permita a todas y a todos los que formamos la comunidad de Armonía Jardín de Infantes – Escuela Primaria, descubrir el maravilloso desafío de vivir junto a otros y otras. Esas otras y otros desconocidos en principio, que hoy construyen la vida a nuestro lado.

 

En estos tiempos tan intensos, intentamos y trabajamos para conservar el valor de la palabra, los gestos pequeños y lo imprescindible de una mirada atenta.

 

Saber que ustedes como familias sienten nuestro acompañamiento pero ocupan sus lugares, y no delegan su función, nos brinda como profesoras y profesores la gran posibilidad de centrar nuestra tarea en pensar y repensar la institución educativa una y otra vez, para que el tiempo de sus hijos en la escuela, siga valiendo la pena. Y sobre todo para que la escuela no pierda su forma, no se aleje de lo que la escuela es y deje por ello de mostrar sus virtudes.

 

Para poder ir caminando hacia adelante, necesitamos estar en sintonía con las familias que nos eligen. Y estar en sintonía no es pensar del mismo modo, sino tal vez sí estar preocupados y ocupados por cuestiones similares de este mundo.

 

Este mundo que ya se ha tratado de comprender y hasta de transformar. Quizás sea preciso intentar hoy, describirlo y ofrecerlo a nuestros y nuestras estudiantes, hacerlo sensible y tratar de convertirlo en algo público, en algo común, en algo sobre lo que se pueda conversar, como expresa el Profesor Jorge Larrosa. Sobre lo que se pueda leer, sobre lo que se pueda escribir, sobre lo que se pueda pensar, sobre lo que puedan poner en relación nuestras formas (singulares y colectivas) de vivir y estar juntos.

 

Un mundo y un lenguaje en los que la vida sea posible y en los que valga la pena vivir. Por eso hablamos de un doble amor implicado en toda transmisión educativa: el amor al mundo y el amor a los que nacen.

 

Una hermosa cita de Hannah Arendt, "Entre el pasado el futuro", dice así: "… la educación es el punto en el que decidimos si amamos el mundo lo bastante como para asumir una responsabilidad por él y así salvarlo de la ruina que, de no ser por la renovación, de no ser por la llegada de los nuevos, sería inevitable. También la educación es donde decidimos si amamos a nuestros hijos lo bastante como para no arrojarlos de nuestro mundo y librarlos a sus propios recursos, ni quitarles de las manos la oportunidad de emprender algo nuevo, algo que nosotros no imaginamos, lo bastante para prepararlos con tiempo para la tarea de renovar un mundo común".